martes, 17 de mayo de 2011

El fantasma no se desvanece

La música sonaba casi a todo volumen en el interior de su Ibiza que tenía casi tantos años como ella. Era un coche antiguo, pero lo tenía tan cuidado que casi tiraba mejor que uno de los nuevos ¿Para qué iba a hacer que su madre se gastara más si con eso tenía? Le parecía una gilipollez. Aparcó, como siempre, en la calle que daba a las canchas deportivas y al pabellón de deportes, ya que solía comer allí antes de regresar a casa. Apagó la radio, sacó el CD y lo guardó en su sitio.
Antes de salir se miró en el espejo un instante para ver si tenía ojeras o no. Su cabello rojo fuego parecía despeinado al llevarlo a capas y siempre despuntado, con las puntas de un llamativo color morado que le daba un aire extravagante y que combinaba a la perfección con el color de sus ojos. Las ojeras casi no se le notaban esa mañana, por lo que no ensombrecían el brillante tostado de su piel, adornado gracias a un arito de plata en la nariz.

El campus esa mañana estaba tan tranquilo como siempre y los alumnos iban y venían por las calles para llegar a sus facultades o para ir al gimnasio. Dirigió sus pasos hacia el Pabellón del estudiante para buscar a uno de los chicos que había conocido por casualidad y que siempre la ayudaba con todo lo relacionado con la informática. Subió hacia la sala de ordenadores y abrió la puerta casi con desdén, esperando encontrar allí, como siempre, a Ricardo.
-Richi, ha venido la reina del Nilo- canturreó alegremente, como siempre, pero se detuvo cuando vio que su compañero no estaba solo como siempre. A su lado hacía un chiquillo joven, calculó que de primer o segundo año de Universidad, muy alto a pesar de ello, de cabellos castaño pajizo, ojos negros y rostro amable. De hecho le vio sonreír cuando se giró hacia ella. Su porte era regio y parecía un chico sano y musculado. No pudo evitar reír al compararle inconscientemente con su amigo, un muchacho más bien escuálido, de cabello largo, negro y recogido en una coleta baja, con unas gafas con tanta graduación, que al ponérselas de broma casi le parecía entrar en un universo paralelo al que vivía normalmente.
-¡Ey Almita! Pasa, pasa, no te preocupes por él, solo estaba pidiéndome un par de cosas- Alma sonrió ya ás tranquila y se acercó hacia el ordenador donde ambos muchachos estaban.
-Hola, permite que me presente- dijo el castaño, tendiéndole la mano, la cual Alma enseguida estrechó con la misma suavidad de siempre -. Me llamo Marcos, Marcos Sánchez.
-Yo soy Alma Llanos, pero llámame Alma. Espero que Richi no te esté liando mucho- bromeó con una sonrisa, soltando la mano del muchacho y apoyándose en la mesa.
-¡Ey Alma! Que solo estaba hablándole de lo que me ha preguntado- contestó Richi mientras, según veía la pelirroja, trasteaba en el ordenador -. Oye, dime, ¿Dónde te has dejado a José?- la pregunta la pilló bastante desprevenida y dudó unos instantes, Casi sintió que estaba apunto de cambiar su irónica sonrisa por una mueca de dolor, pero hizo de tripas corazón y soltó una carcajada.
-Me ha dejado por una barbie de plástico, ya sabes: más morros, más tetas hechas de silicona, menos inteligencia…- le dolía hablar del tema, no se había recuperado de la ruptura con quien fuera su pareja. Pero ¿dejar que otros se dieran cuenta? Mejor mantenerlo en su fuero interno y mostrarse como siempre.
-Pues, perdonando mi mal vocabulario, ese tal José es un poco gilipollas. Si tuviera a mi lado una mujer tan bella y aparentemente inteligente como tú, dudo que la soltara por otra que tuviera menos encanto y menos inteligencia.
-¿Me estás tirando los tejos o me lo parece?- bromeó la chica, emitiendo un suspiro tras reír. Las palabras de aquel desconocido, al menos, la habían quitado un poco de peso de encima y habían levantado su ánimo.
-¡Ey, ey! Dejad de tontear y leed esto que es interesante- la voz de Richi la hizo volver en sí y rodeó la mesa para colocarse a su espalda –“Un traumático aterrizaje en el aeropuerto de barajas, procedente de Nueva York, ha acabado con tan solo daños en los equipajes y sin ningún herido”- comenzó a leer, con el tranquilo y monótono tono de voz que siempre tenía.
-A eso se le llama un milagro ¿eh?- dijo Marcos, a lo que Alma no dudó en asentir.
-Y que lo digas. Normalmente esos aterrizajes suelen acabar mal debido a un fallo del motor o de alguna pieza de esas de los aviones- escuchó a ambos chicos echarse a reír y ella no puedo más que torcer el gesto -. No sé de aviones, jolín.
-Bah, es que eres una inculta- el moreno se había echado de nuevo a reír, pero la pelirroja reaccionó a tiempo y le asestó un capón en toda la cabeza.
-Anda, sigue leyendo, Richi, antes de que te muerda una oreja.
-¡Esa frase es mía!- exclamó como un niño chico, poniéndole incluso énfasis a la frase antes de volver a girarse hacia la pantalla para continuar leyendo –“Según declaraciones del piloto, una de las azafatas se acercó justo antes del aterrizaje para avisar de que el contenido de un frasco de cristal se había derramado en la zona de turistas y debía ser limpiado. En plena noticia, la azafata sufrió un desvanecimiento y cayó sobre los pilotos, provocando que el rumbo del avión cambiara y se balanceara peligrosamente. Gracias a la excelente labor de los pilotos y su rápida reacción, todo quedó en un susto al poder recuperar la estabilidad y aterrizar con tan solo un par de movimientos bruscos en el proceso. La enfermera ha sido trasladada, consciente, al Hospital Universitario de La Paz, donde está siendo atendida”
-Bueno, lo dicho, un susto- dijo Marcos, con una sonrisa, mientras que Alma arrugaba la naricilla, negando.
-Yo estoy un poco mosqueada ¿eh? Ese avión venía de Nueva York ¿no? Después de lo que ha pasado…- bromeó, intentando ponerles a ambos nerviosos, pero lo que consiguió fue que ambos se echaran a reír.
-Anda, anda Alma, no seas agorera. Por cierto ¿Qué querías?
-¡Ah! Termina con él primero, que no tengo prisa- dijo, señalando hacia Marcos.
-No te preocupes, yo ya me iba, que tengo que volver a la facultad, lo cual quiere decir coger el cercanías e ir hasta Chamartín de nuevo- dijo, tranquilamente, mientras se ponía el abrigo con toda la parsimonia del mundo.
-¿Estudias medicina?- preguntó curiosa, ya que según sabía, era la única facultad que se encontraba lejos del Campus Universitario.
-Más bien bioquímica- rió suavemente, alzando la mano, tendiéndole un pequeño papelito a la muchacha -. Si alguna vez necesitas alguien que le meta algún virus raro a ese capullo, solo llámame- la sonrisa sincera y dulce que le dedicó, volvió a hacer que su ánimo se alzara. Era un desconocido de lo más amable y en verdad a Alma le pareció raro que no fuera médico: todos sus pacientes seguro que saldrían con una sonrisa en la cara pasara lo que pasase.
-Anda, Alma, vamos al lío, que tengo curro y tu clase- la voz de Ricardo hizo que asintiera y bajara la mirada tras despedirse con la mano de marcos y guardar el papelito.
-Bien, ya sabes, entra en mi página y ahí te explico, pequeño esclavo.

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