lunes, 23 de mayo de 2011

La escapada: Parte II

En la radio sonaba una de esas canciones tan comerciales que se había hecho numero uno en las listas en apenas unos días y que Alma detestaba tanto. Se le había olvidado en casa el CD con el remix de sus canciones favoritas y se tenía que conformar con aquello. Al menos iría entretenida y no en silencio, cosa que no soportaba.
Pasó la entrada del campus con el coche, bastante extrañada al ver guardia y SAMUR por la zona. Normalmente solía estar despejada ¿Se habría estampado alguien?  Vio a uno de los guardias hacer señales a otro y señalar hacia su dirección, pero no pudo ver mucho más, ya que se había adentrado en el campus. Poco más adelante un policía alzó la mano y la hizo detener el coche un instante.
-Señorita, le aviso de que de aquí a dentro de un rato los accesos a la universidad quedarán cortados- dijo el policía, tranquilamente -. Aparque el coche donde pueda y no salga hasta que el SAMUR haya terminado con su trabajo.
-¿Pero ha pasado algo raro, agente?
-No, solo es una medida preventiva. Por favor, avance y recuerde que los accesos están ya cortados- arrancó el coche y siguió hacia delante. Maldita mala suerte la suya… quería aparcar cuanto antes y había entrado por donde no debía. Tendría que andar un rato hasta su facultad.
Dirigió su coche tranquilamente a través de la avenida que daba a la residencia y al pabellón deportivo. La zona estaba más desierta de lo normal aquella mañana y eso la extrañó. Normalmente el Pabellón estaba activo desde primera hora y siempre había gente en las ventanas. Suspiró y buscó aparcamiento por donde pudo, pero como siempre todo estaba lleno. Al final acabó entrando por la calle que pasaba bajo el pasillo de la facultad de filosofía y aparcó allí. Al menos estaría a la sombra todo el día. Se quitó el cinturón, se miró como siempre en el espejo para ver si se le marcaban mucho las ojeras, y salió del coche, metiéndose las llaves en el bolsillo de sus anchos pantalones.
Caminó tranquilamente hacia el camino que subía a la vía principal de la universidad, pero los repentinos gritos de terror la hicieron detenerse en seco. A lo lejos había una gran multitud de gente, delante de las puertas de la Renfe, que salían disparados aterrorizados de algo. Desde su posición solo pudo ver a alguien levantarse del suelo y atacar a un chico, cerca de donde estaba ella. Prefirió no pensar, ni seguir a la marabunta. Giro sobre sus pasos y descendió corriendo el camino de nuevo hacia su punto inicial ¿Qué estaba pasando? ¿No se supone que eran unas pruebas rutinarias del SAMUR?
-Joder- susurró para si misma ¿Y ahora qué? Si iba hacia su facultad tenia que pasar por en medio de toda esa gente y encontrarse con lo que sea que fueran esas personas -. Quizá pueda esperar en Filosofía a que todo se calme- se dijo en un susurro, cruzando la calle, Subió las escaleras hacia la puerta de acceso a la cafetería y pasó al interior de la misma. Pasó las grandes puertas y de nuevo algo extraño: nadie. La cafetería estaba completamente vacía ¿Cómo era eso posible? ¿Es que todos los edificios estaban completamente desalojados? Cogió aire y, ya que no había nadie, se coló rápidamente tras la barra y, de ahí, hacia las cocinas, empujando la puerta de acceso, que se cerró después tras ella –Un cuchillo… Vamos, Alma, busca un cuchillo…- susurró para si mientras rebuscaba atentamente. Cuando dio finalmente con un cuchillo de cocina de los grandes, bien afilado. Mejor ir preparada por si acaso. Y le daba exactamente igual que pudieran llamarla loca.
Salió de la cocina, tranquilamente, y entonces escuchó algo a su derecha. Se giró, con el corazón en la garganta y temblando. Frente a ella estaba uno de los camareros, al menos lo dedujo por las vestimentas que llevaba. Su rostro era cetrino y alguien o algo le había arrancado parte de la mejilla y del cuello… Una sustancia negruzca brotaba de su interior, goteando. Podía ver perfectamente cómo ese hombre, o ser, abría y cerraba la boca como si masticara. El cuchillo temblaba en sus manos, no podía casi ni moverse y ese ser estaba apunto de abalanzarse sobre ella. Gritó y se escapó como pudo de él, dando un salto hacia atrás. Aprovechó que el ser se tambaleó para arrearle una patada y meterle dentro de la cocina. Un respiro y de los buenos, ya que al parecer, se movía por instinto y la puerta se había cerrado y solo se limitaba a empujarla.
-Joder… menos mal que se abre hacia dentro- se dijo, cogiendo aire un instante. Tenía que salir de ahí. Fue a girarse, pero algo llamó su atención en el suelo: unas llaves. Corrió hacia ellas y las cogió rápidamente, leyendo el cartelito. Cafetería –De puta madre- susurró, cogiéndolas y corriendo hacia la puerta grande, saliendo hacia la facultad de filosofía. Cerró la puerta de acceso a la cafetería entera y la puerta de acceso a la facultad por la que había entrado. Así, al menos, esas cosas no entrarían.

Se quedó unos instantes en silencio, apoyada contra el cristal de la puerta y jadeando. Fuera los gritos no paraban de sucederse y ya había visto caer rodando a dos personas ensangrentadas, Se sintió mareada y casi tuvo la sensación de que iba a vomitar hasta la cena de la noche anterior. Pero en ese momento, un grito cercano la desconcertó y la hizo volver en sí. No parecía venir desde muy lejos. Subió las escaleras hasta el pasillo principal del edificio y vio a una muchacha intentando librarse de uno de esos seres, una mujer de cabellos cortos, con pequeñas gafas. Parecía una profesora. La muchacha estaba al borde de un colapso y casi no podía mantener alejada la boca de aquel ser de su cuerpo. Hizo de tripas corazón y se acercó a la carrera, agarrando a esa masa de carne andante y estampándola justo contra la pared que separaba la escalera por la que había subido, y la que subía al piso superior. No se lo pensó dos veces y, aprovechando el desconcierto momentáneo, clavó el cuchillo en uno de sus ojos, atravesando las gafas y todo, removiendo incluso por si acaso.
Detrás escuchó a la chica caer y jadear de pánico. No le extrañaba, ella estaba apunto de hacer lo mismo.
-¿E-estas bien?- consiguió decir tras arrancar el cuchillo del interior del globo ocular del zombie. El cuerpo cayó al suelo, convulsionando, formando poco a poco un charco de sangre.
-S-Si… y-yo…
-¡Adrana!- una voz masculina hizo que se pusiera en guardia y se giró, cuchillo en mano, hacia el lugar de donde provenía -¡Ey, ey, que no muerdo!- había llegado a la carrera un chico alto y corpulento, de rostro bonachón y pelo largo -¿Estáis bien? Jolín, si hubiera estado aquí, os habría salvado cual paladín
-Menos lobos, caperucito- dijo resoplando largamente. Lo que le faltaba, un pedante. Como si no tuviera bastante ya con esos bichos.
-Fran… estas bien- dijo por fin la chica mientras se levantaba del suelo. Al parecer el shock había sido demasiado grande para ella y le había costado recuperarse -¿Has… conseguido algo?
-¡Por supuesto! ¿Acaso dudabas de mi?- el muchacho sonrió y alzó una mano con un juego de llaves –No son las del paraíso, pero si las de reprografía.
-¡Eres un tío de puta madre!- eso les daba un escondite hasta saber qué hacer. Le agarró de las mejillas y le dio un beso en los labios, como los que a veces dan las tías pesadas que todo el mundo tiene en los pueblos –No hay tiempo, entremos antes de que aparezcan más cosas de esas.
-¡S-si!- el muchacho, con cara de tonto por la repentina muestra de cariño por parte de la desconocida, abrió la puerta y las dejó pasar a ambas, cerrando después.
-Por cierto, mi nombre es Alma- dijo, abriendo la ventanilla que daba a la entrada del modulo diez con cuidado para vigilar -. Vosotros sois Adrana y Fran ¿verdad?
-Sí, para servirte- dijo el muchacho en un arranque de caballerosidad.
-Bien, pues lo que hay que hacer es pensar cómo salir de aquí- dijo, resoplando largamente. En ese momento, un pitido se escuchó en el silencio y los tres se sobresaltaron, mirando a todas partes. Fran empezó entonces a reírse y sacó el teléfono móvil de su bolsillo.
-Perdón, perdón, un mensaje- casi se muere del susto.  Se llevó la mano al pecho mientras observaba al chico, que leía el mensaje atentamente -¡Genial! Es un mensaje de Carlos.
-¿De quien?- preguntó la pelirroja.
-De un amigo nuestro- sonrió Adrana, aliviada al parecer -¿Qué dice? ¿Está bien?
-Dice que está en la estación y que van a robar un tren, que vayamos en cuanto podamos… ¿Este tío está loco? ¡La estación está cerrada! ¿Cómo vamos a…?
-Silencio- dijo de repente la pelirroja, alzando la mano y mirando por el pequeño resquicio que había abierto en el ventanuco -. Está entrando alguien- se quedó mirando en silencio. Por lo que vio, al menos eran humanos: Un tío, en su opinión, muy apuesto, una chiquilla que parecía una adolescente desde su posición y… -¡Joder, es Richi!- susurró, sonriendo ¡Alguien conocido! –Ey, escuchad, en cuanto pasen por aquí, abrimos la puerta.
-¿Eh? ¿Abrir la puerta a quienes, Alma?- preguntó  Adrana, que no sabía muy bien qué es lo que estaba viendo la pelirroja.
-A un amigo mío. Puede que les asustemos, pero es o eso o que los que estén por aquí se enteren de que nos escondemos aquí- explicó, sin apartar la mirada del trío. Se iban acercando a un paso más o menos normal, hasta que les perdió de vista -. Ahora- corrió hacia la puerta y la abrió con mucho cuidado de no hacer mucho ruido. Alargó los brazos y cogió al primero que pudo, a aquel chico tan atractivo, y le metió dentro de reprografía. Fran hizo lo mismo con Ricardo, ya que a la chica no la soltó el moreno en ningún momento.
-¿Qué cojones…?- dijo el muchacho guapo, algo desubicado al parecer por el repentino secuestro.
-¿Alma? ¡Joder, Alma eres tú!- estaba bien… al menos su amigo estaba bien y eso la tranquilizó un montón.
-¿Os conocéis?- preguntó nuevamente el más mayor, mirando al grupo en general. Al menos ya no parecía tan alterado, aunque sí algo descolocado.
-Es una amiga, sí, la ayudo mucho con cosas de informática… ¿Y estos quienes son?
-Me los encontré aquí dentro, se llaman Adrana y Fran- dijo, abrazando a su amigo, ya mucho más tranquila. Peor sin embargo, cuando intentaba sentirse refugiada entre sus brazos, no pudo más que reír por lo bajo ¡Pero si con un brazo podía rodearle por completo de lo delgado que era! –Me alegro de verte bien, Richi.
-Lo mismo digo, pelirroja. Mira, estos son Vincent y Prímula. Me los encontré ahí fuera mientras reventaba la cabeza de uno de esos zombies- lo dijo con tanto entusiasmo que hasta repitió el gesto del bateo, pero con el brazo en el que no llevaba el palo.
-Vinimos corriendo desde la estación. Teníamos pensado entrar aquí y escaparnos hasta ciencias a través de las facultades- dijo Vincent -. Pero cuando quisimos abrir la puerta de la cafetería estaba cerrada, así que tuvimos que dar la vuelta hasta aquella entrada.
-Uy, lo siento- dijo, juntando las manos y todo, como si rezara -. Entré por ahí y me atacó un camarero rabioso… bueno, un zombie. Las llaves estaban en el suelo y para evitar que entraran más, cerré la puerta.
-Bueno, fue una medida preventiva- dijo Richi, asintiendo firmemente –Ahora lo que deberíamos hacer es intentar escapar de alguna manera de aquí. No podemos estar encerrados de por vida y menos con esos  seres creciendo en número por momentos.
-Nosotros tenemos un amigo que está encerrado en la estación y está dispuesto a robar un tren por si sirve- dijo Fran, alzando el teléfono móvil
-Pero si la estación está completamente cerrada. Como no saltemos la pared de alguna manera… - dijo Vince, resoplando largamente –y con esos bichos de por medio, no sé si seremos capaces.
-Bueno…- dijo ella, con una media sonrisa dibujada en los labios, mirándoles a todos –Puede que haya una manera. No muy ortodoxa… pero sí una manera de, al menos, llegar hasta allí a salvo.

0 comentarios:

Publicar un comentario