sábado, 22 de octubre de 2011

Acercamiento


Cada día que pasaba era eterno, más de lo que le gustaría. Las comunicaciones televisivas se habían cortado ya por fin, lo que dejaba bien claro para todo superviviente a aquel infierno que la ciudad estaba tomada por esos muertos vivientes. Tenía pesadillas por las noches, pesadillas en las que un ejército de aquellos repulsivos seres entraban en su cuarto y se la llevaban arrastrando para acabar con su vida… ¿Cómo podían los demás estar tan tranquilos mientras tanto? Las chicas siempre parecían entretenidas en sus propias cosas y los chicos hablaban, reían y jugaban a la consola.

Pero si algo le sorprendía a era la facilidad que tenían las demás para hablar y tratar con ellos. Habían llegado a formar una familia y a penas había vergüenza entre ellos, se trataban como si fueran familia de toda la vida… y ella, sin embargo, no era capaz de cruzar más de cinco frases seguidas sin sentirse algo cohibida ante cualquiera de ellos, incluso con Héctor había situaciones en las que no era capaz de hablar sin sentir algo de vergüenza. Aunque, sin duda, quien más conseguía sorprenderla era Jacky. No solo trataba a los chicos con normalidad, sino que se acercaba a ellos hasta límites que rozaban la intimidad como si fuera lo más normal del mundo. ¿Porqué? ¿Cómo podía hacerlo? Ella siempre había sido desde el colegio una niña tímida, los niños se metían con ella por llevar gafas y solo se rodeaba de chicas, lo que hizo que, cada vez, se cerrara más al sexo contrario. Y ahora, con 23 años, era una joven vergonzosa que a penas había saboreado su primer beso con un chico.


Tras unos instantes de reflexión decidió deshacerse de esos pensamientos ¿qué bien iban a hacerle en esa situación? Tomó aire y cogió el libro de supervivencia que Vincent había llevado de su casa para estudiarlo en profundidad. La luz era suficientemente clara como para poder leer sentada en una silla en el comedor mientras, delante de la tele, Vincent enseñaba a Alma a defenderse con las armas que habían llevado. Abrió el libro por donde lo había dejado marcado el día anterior y se dispuso a leer justo cuando dos manos se posaron en sus hombros. El susto que se llevó fue mortal. Soltó un cómico gritito a la par que el libro salía disparado hacia arriba; sintió su corazón latir a mil por hora y una risa se alzo a su espalda, lo que hizo que se girara de golpe.

-¡Joder, Gabri, ni que fuera un zombi!- Carlos se había adelantado unos pasos y ahora estaba a su lado. Sintió sus mejillas arder; posiblemente estaba tan roja como un tomate maduro, pero la sonrisa amable de su compañero hizo que se relajara.

-Lo siento, llevo todo el día un poco despistada- su voz sonó suave, delicada, dulce como la miel.

-Venga, anda, cuéntame qué te pasa ¿estás preocupada por tu familia?- torció el gesto cuando lo escuchó. Había conseguido comunicarse con sus padres cuando aquella pesadilla comenzó, pero desde entonces no tenía ninguna noticia de ellos. 

-Sí… estaban lejos del foco ¿Sabes? Porque yo soy de Galicia, mis padres viven en Santiago de Compostela- comenzó a contar. Le miró por el rabillo del ojo y vio que Carlos, en vez de ignorarla, había acercado una de las sillas para sentarse a su lado y atenderla; aquello le sacó una leve sonrisa y un ligero rubor.

-¿Así que no eres de Madrid?

-No. Bueno, llevo aquí desde que empecé la carrera de química, así que conozco la ciudad como la palma de mi mano, pero añoro mis tierras gallegas- cerró los ojos y por un instante pudo sentir el frío y la lluvia de aquellos parajes -. Les dije a mis padres que se fueran, que se alejaran lo máximo posible de aquí… Pero no sé qué habrá pasado.

-Vamos, seguro que tus padres han sido listos y se han largado a un lugar seguro- el muchacho asintió y ella sintió enseguida su mano en el hombro. El gesto la reconfortó mucho más que las palabras -. Estarán esperándote con los brazos abiertos cuando toda esta mierda haya pasado, ya verás.

-¿Y tú? ¿Estás preocupado?- tenía curiosidad por aquel muchacho; él se había interesado por sus cosas ¿cómo no iba a hacer ella lo mismo? Además, teniendo que convivir con tantos chicos, pensó, lo mejor era ir tolerándolos y acercarse a ellos poco a poco.

-Yo lo tengo más jodido; mis padres y mi hermana mayor viven aquí en Madrid. Conseguí contactar con ellos el primer día, pero dudo que hayan podido salir de la ciudad- suspiró largamente y ella sintió el impulso de abrazarle para intentar darle ánimos, pero la reacción del chico la sorprendió bastante. Sonreía, tenía una sonrisa de oreja a oreja llena de esperanza y de alegría. No pudo evitar devolvérsela -. Sé que están bien… ¡¡A ver quién tiene cojones de chistarle a mi hermana!!- exclamó antes de echarse a reír alegremente.

-¿Qué es tan gracioso? ¡Nosotros también queremos saberlo!- frente a ellos se habían situado Vincent y Alma y les miraban curiosamente. En verdad no le extrañaba; en aquella situación era raro escuchar carcajadas tan sonoras como las de Carlos.

-Me estaba contando que nadie podría chistarle a su hermana- asintió, mirando a la pareja.

-Tiene una mala hostia de flipar- dijo Carlos con un asentimiento de cabeza -. Cuando era más pequeño me usaba como saco de boxeo; siempre acababa amoratado. Por eso empecé a hacer artes marciales, para devolverles las jugarretas- explicó muy concentrado. Gabri no puedo evitar una pequeña risita, y hasta Vincent y Alma sonreían al escucharle -. La putada es que aún me puede- el peliazul se rascó la nuca, con una expresión entre inocente y fastidiado, lo que hizo que enseguida los cuatro estallaran en más carcajadas.


La conversación entre los cuatros había durado cerca de hora y media. Los cuatro habían hablado sobre ellos mismos, sobre sus familias, lo que les gustaba y lo que no,… Empezaba a sentirse más integrada en el grupo. Carlos era divertido, agradable y, aunque era un poco gritón, su alegría era contagiosa. Vincent le pareció un hombre también muy agradable, sensible e incluso algo paternal; aunque lo que más la sorprendió fue ver que, como ella, era algo tímido cuando se trataban ciertos temas o se hacían bromas con doble sentido. Alma era, sin duda, la más descarada de los cuatro, pero no le desagradó; al principio pensaba que era una muchacha algo arisca y que evitaba el contacto de los demás, pero sin embargo solo era la primera impresión. Le gustaban y parecía que ella tampoco les desagradaba. Aunque Héctor estaba en el grupo y había hecho buenas migas con Prímula y con Adri, el hecho de acercarse más a aquellos cuatro hizo que, por un rato, olvidara el infierno que todos estaban viviendo.

-Voy a ir a darme una ducha- dijo Alma mientras se levantaba -. Hay que aprovechar ahora que aún hay agua ¿no?

-Acuérdate de dejarla correr un poco antes por si ves algo raro- recordó Vince -. Toda precaución es poca.

-Sí, tranquilo, siempre lo hago.

-Yo voy a ver si alguien más quiere un par de clases, sino iré a echarme en alguna cama libre un rato para dejar el comedor libre al resto- el moreno se levantó de su asiento, estirándose -. Si necesitáis algo de mi, me buscáis por ahí, que tampoco puedo ir muy lejos –rió mientras se alejaba, saliendo por la puerta.

-Me caen bien- dijo entonces, mirando hacia Carlos -. Y Alma, cuando ríe, es muy guapa… lástima que la mayoría del tiempo se lo pase seria pensando en sus cosas.
-¿Te parece guapa?- dijo Carlos, enarcando ambas cejas. Ella parpadeó un poco y asintió tranquilamente ¿Cómo no iba a parecérselo? –A mi me parece del montón… de hecho tú me pareces mucho más guapa- aquello hizo que el rubor le subiera del golpe, tanto que hasta dejó escapar, sin querer, un leve quejidito.

Intentó hablar, contestar, pero la vergüenza la estaba traicionando ¿Guapa ella? No lo creía… Además, que se lo dijera un chico no hacía más que ponerla nerviosa ¿Y si se estaba burlando de ella y no se daba cuenta? Pero nuevamente apareció esa sonrisa sincera e inocente y dejó de intentar hablar. Se fijó en él, con los labios entreabiertos y el rostro ardiendo, en espera de alguna reacción.

-A mí siempre me han gustado más las chicas que tienen ese aire moe de los animes; por eso me pareces mucho más guapa- y, tras decir esto, le vio acercarse a ella, sintió sus labios en su frente y luego le vio marchar sin poder hacer ni decir nada. La había dejado totalmente petrificada y descolocada. Ahora… ¿Qué podía pensar de aquello? ¿Cómo debía tomárselo? Si ya de por sí tendía a darle vueltas a todo, aquello le suponía un nuevo quebradero de cabeza en medio de una pesadilla que parecía no ir a acabar nunca.


NOTAS DE LA AUTORA:

Moe: es una palabra del argot japonés que tiene unas cuantas maneras de utilización. En este caso se utiliza para retratar ese tipo de personajes dulces e imperfectos, inocentes y torpes que despiertan una ternura y un afán de protección en los demás. En este caso Carlos ve a Gabri del mismo modo porque la ve como una chica frágil, tímida, dulce y algo torpe.

Como dije, siento el parón, pero entre el verano, exámenes y demás se me fue pasando el tiempo sin poder continuar. Ahora vamos con unos pocos capítulos en los que iremos conociendo más a algunos de los personajes, pero no os preocupéis que enseguida habrá mucha mucha acción, nuevas sorpresas y muchas más historias.

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