miércoles, 26 de octubre de 2011

Un buen entretenimiento


Levaba un par de horas dando vueltas en la cama sin poder dormir. Lluvia y Jacky llevaba ya tiempo dormidas, una abrazada a la otra, mientras ella mantenía fija la mirada en la nada. Esa tarde Richi y Héctor les habían propuesto hacer grupos para ir a explorar fuera, por si encontraban alguna pista o a alguien más vivo. Aunque las esperanzas eran realmente bajas, la mayoría aceptó la propuesta y salieron nueve voluntarios para formar los grupos, ella incluida. No le gustaba quedarse allí quieta sin hacer nada, no quería pasar sus últimos días, si es que eran esos, sin luchar, sin buscar una escapatoria. 

No aguantaba más allí tirada. Tenía la boca pastosa y no habían llevado nada de agua a la habitación, así que se levantó con cuidado de no hacer ruido, se estiró el escueto camisón que se había agenciado para dormir, y salió de allí cerrando la puerta. En el salón Vincent y Richi dormían en un sofá cama arropados con una gruesa amanta de invierno. Tuvo que reprimir una pequeña risita cuando vio a Richi más fuera que dentro del sofá, sujeto gracias a que se les había ocurrido meter las mantas bajo el colchón del sofá. Caminó de puntillas hacia el pasillo y, por lo que vio, no era la única que estaba levantada. La luz de la cocina estaba encendida.

Se acercó hacia la puerta y se asomó curiosamente. Allí, también bebiendo agua, estaba Marcos en pijama, con uno de esos gorditos de invierno de un fuerte color azul oscuro y apenas con unos cuantos detalles en blanco. El muchacho debió sentirse observado porque enseguida giró el rostro hacia la puerta, dedicándole una de sus amplias y encantadoras sonrisas.

-Vaya, mi pelirroja preferida- dijo en un tono bajo de voz para evitar despertar a sus compañeros. Sonrió ante sus palabras y pasó al interior, cerrando la puerta con cuidado tras de sí.

-Mi sexy aspirante a médico ¿qué haces levantado a estas horas?- se acercó hacia el armarito donde estaban los vasos y cogió uno con cuidado. Al abrir el grifo el agua corrió cristalina y fresca, como siempre, cosa que la hizo suspirar tranquila.

-Creo que lo mismo que tú- rió el muchacho, alzando el vaso ya medio vacío -. No podía dormir y vine a beber un poco de agua.

-Pues sí, ya somos dos- se llevó el vaso a los labios y el primer trago le supo a gloria. Sintió el frescor del agua bajar por su garganta y aquello produjo en ella un ligero escalofrío.

-Es una lástima que el comedor esté ocupado, sino podríamos echar una partida a la consola… Más que nada porque es lo único que funciona- ambos rieron ante la broma, aunque en verdad era bastante triste que un aparato así y un par de juegos de mesa fueran lo único que les hiciera olvidarse de sus pesadillas.

-Sí, pero tenemos el mejor sitio del mundo para nosotros- se acercó hacia Marcos y besó su mejilla con suavidad tras ponerse de puntillas, riendo después -¡La cocina! Podemos prepararnos una macedonia de frutas y comer.

-Pues la idea no es mala- asintió y la pelirroja no pudo reprimir un bote cuando sintió la mano del muchacho golpear con suavidad una de sus nalgas -. Cojo yo la fruta y tú bajas una ensaladera para echar los trozos ¿te parece?

-Perfecto- asintió. Se acercó al rincón que conformaba la encimera ya que sobre esta había aún más armarios. Abrió uno de ellos y buscó con la mirada las ensaladeras: alguien las había colocado en lo más alto. Con un suspiro de resignación se puso de puntillas y alargó la mano en busca de coger una. Pese a su altura le estaba resultando complicado llegar a ellas ¿Porqué demonios estarían tan lejos? Apoyó más aún su peso sobre la mano con tal mala pata que ésta resbaló sobre el mármol. Cerró los ojos en espera de un buen impacto, pero lo que sintió fueron dos fuertes brazos rodear su cintura, un tirón y un cálido cuerpo bien pegado al suyo: Marcos había estado rápido y había evitado que se pudiera abrir la cabeza contra el armario.

-¿Estás bien, Alma?- su voz sonó urgente, preocupada. Sentía el corazón latir a mil por hora por el susto del resbalón y no era capaz a decir aún nada. Giró el rostro hacia el castaño y se limitó a asentir. Cuando vio la sonrisa tranquila de su compañero, su cuerpo entero se relajó de golpe… solo había sido eso, un susto, un resbalón… pero en aquella situación todo parecía mucho peor de lo que realmente era.

-Sí… gracias, estoy bien- apartó su mano de la encimera, donde aún reposaba, y posó ambas sobre los brazos que la rodeaban. No había aflojado el abrazo y aquello la hizo sentir reconfortada… Esos brazos tenían algo hipnótico para ella desde el primer momento en el que la habían rodeado… ¿O era simplemente la situación tan intensa en la que llevaban días envueltos?

-Esa es una buena noticia- los labios del muchacho se posaron en su frente y cerró los ojos, manteniendo la sonrisa. No, no solo era la situación… ese chico era especial. Alzó el rostro lo justo como para besar su mejilla suavemente y el abrazo se hizo más apretado. Abrió los ojos y se encontró con aquellos pozos negros de ternura fijos en los suyos, formulando en silencio una pregunta que sus labios no parecían atreverse a formular. La entendió y decidió contestar también sin palabras. Se alzó sobre sus puntillas y sus labios encontraron su objetivo sin problemas. Su corazón de nuevo empezó a palpitar con fuerza y los calores inundaron todo su cuerpo; se vio atrapada, enseguida, entre el cuerpo de Marcos y el rincón de la encimera mientras sus labios se perdían en el manjar que estaban probando. Sus lenguas danzaban con frenesí en la pista que conformaban sus bocas mientras sus cuerpos buscaban mayor contacto.

Cuando el castaño separó sus labios no pudo reprimir un leve gruñido de disgusto ¿Porqué se los quitaba tan pronto? Pero aquello no era el fin, ni mucho menos. Giró cuando sintió el tirón de Marcos y sus rostros se encontraron cara a cara. Él sonreía de aquella manera tan suya y Alma se contagió de aquello.

-Eres preciosa, Alma- susurró cuando apoyó la frente sobre la de la pelirroja, sosteniendo su mirada en aquellos intensos segundos.

-Y tú eres un chico muy especial, doctorcito- dijo con una sonrisa mientras alzaba las manos para acariciarle las mejillas -. Dulce, atento, divertido, cariñoso… y por lo que he visto, apasionado.

-Si tú quieres, esto puede ser solo el principio- aquellas palabras provocaron una corriente eléctrica en su cuerpo tan fuerte que hasta se le escapó un gemido.

-Sí… claro que quiero- ¿cómo negarse a alguien así? Sus besos le supieron aún más dulces que los anteriores pese a que la pasión que destilaban era mucho mayor. Sus manos recorrían cada centímetro de la anatomía del muchacho y las de él hacían exactamente lo mismo. Le deseaba y él la deseaba a ella. La ropa comenzó a volar en la cocina, cayendo al suelo, sobre la encimera, dejando sus cuerpos desnudos en aquel silencio de la noche.


Siseó cuando sintió el frío mármol sobre sus desnudas nalgas. Le rodeó con las piernas y le atrajo contra sí para sentirle bien. Su sexo estaba húmedo, caliente, y sentir la dureza del muchacho no hizo más que potenciar aquella excitación. Sus cuerpos se rozaron en un baile de provocación, sus labios cantaban con sus gemidos mientras los del muchacho recorrían cada centímetro de piel desnuda, atrapando sus pezones entre sus labios para saborear sus mieles. La estaba volviendo loca y aquello, para ella, no era normal. Le deseaba con cada poro de su piel, le deseaba tanto que estaba a punto de gritarle, de ordenarle que la hiciera suya.

-Marcos…- le llamó entre gemidos. Enseguida los labios del chico respondieron a su llamada y se unieron en un apasionado beso.

-¿Sabes? Eres la chica más sexy a la que he besado nunca- dijo en un susurro y, pese a que la excitación lo ocultaba, Alma se había sonrojado con el piropo.

-Y a mi ningún chico me había puesto nunca tan cachonda…- dijo con una risita, apretándose un poco más contra él.

-Eres una mal hablada ¿eh?- le dijo golpeando su nalga con suavidad, lamiendo sus labios como tentativa.

-Y tú un niño muy malo- contestó junto con un gruñido, intentando atrapar su lengua con sus labios la segunda vez que intentó lamerla. Pero fue aquella tentativa lo que la distrajo e hizo que el embiste del muchacho la hiciera gemir como nunca. Le sintió completamente en su interior por primera vez y casi la había hecho tocar el cielo de lo que deseaba aquel contacto. Aunque el movimiento al principio fue lento y rítmico, poco a poco el baile fue volviéndose más rápido y más fuerte. Se deseaban, de aquello no cabía la menor duda, pero Alma sabía que, para ella, había algo más, algo que les unía. Besó sus labios nuevamente y dejó que cada fibra de su cuerpo le sintiera, le amara como él la estaba amando,… Dejó que sus cuerpos transmitieran solos todo aquello que deseaban gritar.


Acabaron exhaustos y tirados en el suelo de la cocina, recuperando el aliento. Había sido algo espontaneo pero no inesperado. Giró el rostro para mirarle y su mano, inconscientemente, se posó en su mejilla para acariciársela. No hablaron en esos segundos, pero sus miradas lo decían todo. Quizá el hecho de llevar casi dos semanas allí encerrados había hecho que lo que sentían se hiciera más intenso, pero no podía negarse, ni por un momento, que estaba empezando a verle con otros ojos. Una pequeña parte de ella, esa pequeña parte infantil y desvalida que guardaba en su interior, le necesitaba a su lado.

Él se acercó a besar sus labios una última vez, recorriendo sus curvas con una de las manos para grabarlas a fuego en su memoria. Cuando se levantó le tendió las manos a Alma y ésta aceptó la ayuda.

-Esto que ha sucedido…- comenzó a decir él, rascándose la nuca ligeramente, pero Alma alzó la mano para tapar sus labios antes de que pudiera continuar.

-Ha sucedido porque los dos queríamos- se acercó un poco más y, al apartar sus dedos, enseguida los sustituyó por sus labios, volviendo a unirse en aquel apasionado abrazo -. Y puede suceder cuantas veces quieras… si eres tú, siempre- susurró tras separarse.

-Lo mismo digo, Alma- el último beso fue más corto pero igual de intenso. Se vistió, igual que él, y ambos salieron de su pequeño refugio de pasión en dirección a sus habitaciones. Se miraron una última vez y ambos traspasaron las puertas. Aquella noche, pensó, dormiría mejor que nunca.

0 comentarios:

Publicar un comentario