lunes, 16 de mayo de 2011

¿Vivo o Muerto?

Por fin había llegado a la Estación de la Universidad después de que el tren se quedara parado más de lo normal en la estación de Alcobendas, donde acababa la línea. Le había dado tiempo a leer las noticias y enterarse de lo acontecido con el tema que tenía en vilo a todo el mundo: al parecer en el aeropuerto J.F. Kennedy de Nueva York habían abatido a un hombre sospechoso que, por las descripciones que se habían dado y las pocas fotos que se conocían de él, podría tratarse de George J. Stanhope. Aún faltaba por confirmar las huellas, ya que al resistirse, la policía no había podido más que abatirle abriendo fuego y parte de su rostro había quedado desfigurado.
-Bueno, al menos eso le da un gran respiro al mundo- se dijo a si mismo mientras cerraba ya el periódico de camino a su facultad. Héctor ya había alcanzado los 25 años y estaba a poco de terminar la carrera de biología. Aunque solía pasar bastante desapercibido entre las chicas, o eso pensaba, era un muchacho atractivo, de cabellos negros y desordenados, con los ojos del mismo color que la noche y una sonrisa encantadora. No se consideraba guapo, y normalmente pensaba que las chicas le seguían solo porque le veían soltero, Sin embargo había una persona que realmente le gustaba y que esperaba que algún día se fijara realmente en él. La había conocido en una asignatura que había cogido de libre configuración, de química, en su segundo año de facultad (había entrado un año más tarde a la universidad por repetir 2º de bachiller). Nada más ver su aura de pureza, su corazón dio tal vuelco que inmediatamente se dijo “Algún día ella será mía”
Y ahí estaba, cuatro años después y no había conseguido más que ser uno de sus mejores amigos. Se conformaba con ello, pero a veces tenerla entre sus brazos hacía que deseara no soltarla jamás.

 Pasó a través de las puertas  de la facultad, por fin, y se encaminó por el largo pasillo hacia su módulo. De repente se detuvo al reconocerla, al ver su cabello azabache y ondulado recogido en un semi-moño con dos bolígrafos como sujeción; su postura desgarbada al repasar los apuntes que tenía sobre la mesa. No pudo resistirse y se acercó por detrás todo lo silenciosamente que pudo. Nada más llegar a su espalda se reclinó sobre ella y sopló su oreja suavemente. 
Pudo apartarse a tiempo antes de que la cabeza de Gabriella impactara contra la suya. El susto que le había dado había sido tan grande, que había gritado y saltado de su asiento, lanzando incluso el periódico por los aires.
-Mujer, no ha sido para tanto- rió alegremente, cogiendo el diario al vuelo y recolocando bien las páginas antes de tendérselo -. Creo que la próxima vez me pensaré una manera de sorprenderte sin darte esos sustos.
-Sabes que siempre me asusta que me sorprendas así, Héctor- se quejó la muchacha. Su sonrisa se volvió la de un tonto enamorado cuando la vio de frente: esos ojos verde hierba, brillantes, enmarcados por unas gafas redondas que le daban un aspecto adorable; esos labios rosados y brillantes por el cacao que solía echarse para evitar que se le agrietaran; esas mejillas sonrosadas que dejaban ver que cualquier contacto físico más allá del normal hacía que se pusiera terriblemente nerviosa.
-Vale, vale, rió el muchacho, reclinándose a besar la frente de la chiquilla. Olió su cabello, ese olor a frutas que tanto le embaucaba, y dejó allí los labios unos cuantos segundos antes de retirarse -¿Estabas estudiando?
-No, estaba leyendo las noticias. Ya sabes que el asunto del investigador me tiene en vilo- dijo con una sonrisa -. Todo eso de que haya robado un virus desconocido hace que me pique la curiosidad. Ya sabes que tiene algo que ver con mi carrera.
-Y con la mía, no lo olvides- rió el muchacho, tomando asiento a su lado y acariciando la espalda de su compañera. Sonrió al notar que la espalda de ésta se encorvaba por las cosquillas y, solo por volver a verla, subió por su columna con dos dedos hasta el cuello, lo cual la hizo tener un escalofrío general -. Al parecer le han matado.
-Sí, ya no sabremos qué contenía lo que había robado. Lo mantendrán en secreto- suspiró al muchacha casi fastidiada, lo que hizo que el moreno riera nuevamente.
-Espero que ese suspiro no fuera por haber evitado una catástrofe mundial- bromeó.
-¡No Héctor, claro que no!- se apresuró a negar, casi nerviosamente, gesticulando con las manos casi de manera exagerada. Muchas veces había pensado que si no fuera porque era la chica más inocente del mundo, tenía la apariencia perfecta para ser la típica científica loca –Es solo… es solo que jolín, si han encontrado algo nuevo, siempre es bueno que se sepa para que los que comencemos a trabajar en ese mundo sepamos a qué atenernos ¿no?
-Sí, pero también es cierto que si sus laboratorios han descubierto algún tipo de virus o vacuna nuevos, aún sin testar, y otros laboratorios lo descubren o se filtra información, eso podría hacer que el laboratorio perdiera todo el trabajo hecho ¿no crees? Si todos estuvieran comunicados ¿De qué serviría que hubiera tantísimos laboratorios con distintos nombres intentando encontrar vacunas?
-Sí, visto así suena bastante ridículo lo que digo- rió suavemente mientras sus mejillas volvían a tornarse sonrojadas.
-Al menos alégrate de que no ha sucedido nada raro, que jugar con la ciencia ya sabes lo que conlleva- dijo el chico, asintiendo con un suave movimiento de cabeza.
-Claro que lo sé, si en química, en el laboratorio, hasta nos hacen firmar un papel de que somos responsables de los productos que usamos por si provocamos nuestra propia muerte por un despiste.
-Joder, Gabriella, eso es hasta siniestro- dijo el muchacho, sintiendo un escalofrío que le recorrió por completo
-No te preocupes Héctor- dijo ella, incorporándose y besando su mejilla. Pocas veces lo hacía, y siempre que la suerte estaba de su parte y sentía aquellos labios contra su piel, todo su cuerpo se revolucionaba de tal manera que casi se sentía flotar en el aire -. Soy una chica responsable- la vio recoger sus cosas tras mirar el reloj -. Tengo clase ahora hasta las dos ¿comemos juntos como siempre?
-¿Cuándo te he negado algo, pulguita?- la vio sonreír nuevamente, arrugando la naricilla de aquella manera tan infantil y deseó abrazarla contra su pecho.
-Nunca, lo sé. Pues nos vemos luego- y con aquellas palabras, la siguió con la mirada mientras se alejaba por el largo pasillo de la facultad. Ya solo quedaban unas pocas horas para poder volver a ver a aquella dicharachera y dulce chica que había penetrado en su corazón.

2 comentarios:

  1. La forma de ir presentando la historia y avanzando el asunto del robo me gusta, pero no habrán pillado al ladrón de verdad, no?? aún tiene que liarla parda.

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  2. Me alegra mucho de que te guste! Evidentemente era un cebo, aún queda mucho por hacer y de hecho está apunto de suceder el verdadero problema... Los malos, además de malos, tienen que ser listos y despiadados (aunque tambien algo descuidados para que als cosas no les salgan del todo bien XD)

    ¡¡Gracias por leerme!!

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